Recuerdo de un filósofo: Humberto Giannini (1927-2014).

Un 25 de noviembre de 2014 dejaba esta vida el recordado Profesor Humberto Giannini Íñiguez. Profesor titular de filosofía medieval en la Universidad de Chile, fue especialmente sensible al problema del significado del comportamiento humano. No que se sintiera liberado del escrutinio de los demás, sino que una suerte de imperativo interior le movía como filósofo a pensar en el tema. Por supuesto que también a hablar, que es lo mismo que decir en este caso, a escribir. Por tanto, el asunto era crear un discurso teórico sobre la conducta de los hombres, sobre todo cuando se trataba del encuentro con los demás. Aparte de la conciencia moral, le interesaba inquirir sobre ese espacio común del hallarse con el otro.

En esas circunstancias, recuerdo aquí en especial una breve obra del profesor Giannini: Sócrates o el Oráculo de Delfos. Publicada en una época de mucha actividad intelectual y académica en la Universidad, lúcida y apasionada a la vez. Todo eso acontecía entre los hermosos jardines del antiguo recinto del Macul de la Universidad de Chile. Era 1970, y el libro fue editado por la Editorial Universitaria.[1] Por mi parte, yo participaba de su actividad académica como su profesor auxiliar de medieval, una asociación que duró varios años.

Este opúsculo es una una pieza teatral. Un diálogo, además, si de verdad hay una diferencia entre el arte dramático y un diálogo filosófico. Quizá lo disímil tiene que ver con la representación. Porque en el drama los asuntos no solo se hablan sino que se ponen en acción; y claro está, la filosofía es una ciencia que se piensa, se escribe, se habla; incluso, podríamos decir —como en este caso— se la puede representar del modo más parecido a como funciona la vida. El diálogo filosófico es, quizá, el que más se acerca a integrar todos estos elementos, como lo haría una pieza teatral. Por eso, Giannini quiso en esta obra presentar a Sócrates en el acto de ser un filósofo de su propio tiempo; y al momento de hacer frente además al último y más decisivo acontecimiento de su vida. Un asunto, por cierto, tanto filosófico como religioso. Porque, dice: ‘Sin el Oráculo de Delfos… quedamos fuera de la comprensión del drama’. Así, la dimensión moral de héroe queda superada, ya que el asunto principal está en interpretar a Sócrates desde las ‘condiciones espirituales del mundo helénico’.

Es un asunto complejo, por tanto, siendo esta una vivencia del ámbito religioso y racional a la vez, no fácil de interpretar bajo la mirada de la filosofía. Esta es la vivencia del ciudadano Sócrates que, como plantea Giannini en su prólogo, es un hombre que participa de la vida religiosa de su pueblo, centrada en especial en los oráculos. En estas circunstancias, la divinidad délfica ha decidido intervenir ‘mortalmente’ en la vida del filósofo, que se apresura ‘a investigar … la verdad del oráculo’. Este intento de seguro ha de costarle la vida; como si el dios de Delfos hubiera buscado su perdición, único modo de transformarlo en un héroe de características trágicas. Estos son los presupuestos de esta obra probablemente única en los anales de la filosofía en el país. Un diálogo filosófico escenificado como obra teatral, cuyos dramatis personae suman más de veinte actores.

Es probable que Giannini haya tenido la ilusión de ver representada su obra. En la sala de clases, primeramente, pero sobre todo en el escenario y con verdaderos actores. Las explicaciones que da para la puesta en escena de varias de las peripecias del drama así lo demuestran, aunque son a su vez una ayuda oportuna para el simple lector, que ve en parte compensada su imaginación al no poder ser un espectador. Pero ha tenido en cuenta además a los estudiantes de la educación media. Porque esta obra es un intento práctico y original de innovar en el campo de la enseñanza de la filosofía. Este método novedoso lo encontró en ciertos diálogos de Platón, precisamente, los que —como todo escrito de la época— se leían en voz alta y no en silencio, un hallazgo este último varios siglos posterior. Cuando apareció y prevaleció el lector silencioso (hacia fines del s. IV d. C.), el diálogo filosófico tuvo que adaptarse a una nueva situación.

La obra comienza con la voz potente del dios Apolo, sin que este aparezca en escena. El dios marca el destino, a la manera como se muestra en ciertas tragedias de Eurípides: ‘Hoy la obra ha de quedar concluida. Se cumplirá el oráculo, pero a nuestra manera’, dice. Estas palabras, vitales a mi juicio para la comprensión integral del drama, desaparecieron incomprensiblemente en la segunda edición. Aquí se expresa, como se dirá luego: ‘el misterio de la voluntad divina’. El agṓn o enfrentamiento trágico ha comenzado. Giannini reúne con acierto dramático lugares de Apología, Critón, Eutifrón, y Fedón, los cuatro diálogos más relacionados con el proceso y la muerte de Sócrates, como él mismo recuerda en el preámbulo.[2] Pero sobre todo, el filósofo autor ha logrado exitosamente presentar ante sus contemporáneos fragmentos del drama casi incomprensible del encuentro entre fe y razón. Un asunto que le interesaba doblemente a Giannini, como creyente y como profesor del pensamiento medieval. Porque este libro surgió principalmente de la necesidad de Giannini de mostrar en forma didáctica a sus estudiantes de filosofía, cómo ‘Sócrates actúa en el mundo para comprender la voluntad divina y someterse a ella’. Si creía, ¿que obligación tenía de demostrar la veracidad de ese oráculo? Pero la razón le exige someter la palabra divina a su escrutinio. Es que el Dios tenía razón, y la mente inquisitiva del filósofo de Atenas es inducida hasta el punto de llevarlo a la condenación y la muerte, como aquel lo había predicho.

Dr. Oscar Velásquez

 

[1]Una edición posterior, con algunos cambios sobre todo en su Preámbulo. La Razón Heroica (Sócrates y el Oráculo de Delfos). Catalonia. Santiago, 2006.

[2] Recensión de David Morales sobre la 2ª edición en revista Diadokhḗ 9 Santiago de Chile (2006) 97-104.

Presentación para una nueva edición de “Breve Historia de la Filosofía” de Humberto Giannini.

He sido en parte testigo de cómo la Breve Historia de la Filosofía de Humberto Giannini fue creciendo al modo de un ser vivo hasta alcanzar su madurez. Uno de los mejores testimonios de ello es el que tenemos ahora su vigésima edición. Pero la razón quizá más poderosa de su pervivencia y éxito es que, quizá como ninguna otra historia de la filosofía, ha ido creciendo y madurando bellamente junto a su autor. Nuestro maestro filósofo ha ido contando su historia a medida que ha ido haciendo historia, de manera que justamente por eso, como ninguna otra, es el fruto acrisolado del pensar para sí mismo y para los demás. Esta hermosa nueva publicación hecha por Catalonia Libros en 2005, me ha traído a la mente ciertas breves consideraciones que quisiera compartir con su distinguido autor y quienes hoy lo acompañan.

Ante la cantidad de autores y temas que conforman este extraordinario libro, me pareció importante intentar hallar eso que se pudiera considerar, por decir así, su columna vertebral. No tuve que ir demasiado lejos, pues me encontré con la historia, es decir, el libro de Humberto Giannini era una “historia de la Filosofía”. Por supuesto, eso no fue el fin de mi encuesta sino el inicio: si bien creía haber hallado un punto central, era claro sin embargo que faltaba casi todo por explicar. El libro justamente recorre un camino que se inicia con los Jonios y los Itálicos, impulsados por su admiración ante el espectáculo del universo. En seguida, continúa con el humanismo socrático y las grandes construcciones filosóficas de los griegos. La vía sigue su ruta a través del medioevo y la modernidad; y la obra culmina con los pensadores más significativos del siglo veinte. Más de cuatrocientas páginas de una historia.

Pero era importante saber cómo organizar este ingente material, no solo mediante el expediente válido pero demasiado sencillo, creo, de acumular ciertos problemas del pensamiento. Si los contemplamos como si procedieran de lo alto, se supone que van haciendo su aparición entre los pensadores de la historia, ojalá en fila, cual marionetas de ese pensar trascendental. Pero historia somos los hombres y no una cierta hipóstasis encarnada en la realidad. De ahí que nuestro maestro filósofo entendió en primerísimo lugar que esta historia se trataba de seres humanos que pensaban en medio de la vida que les tocó vivir. Por lo además, eran hombres que pensaban al interior de una tradición, cuyo rostro era de todos modos perceptible en el devenir del tiempo. Hay por consiguiente aquí un hilo conductor, en que los grandes problemas de la Filosofía están presentes en las diversas generaciones de pensadores.

Eso es conveniente asimismo y útil para el lector de una historia de la filosofía. Pero mi interés se quiere al presente centrar más bien en ciertos valores simbólicos que he podido hallar en la obra como realidad espiritual. Heródoto, que es el primero en hablar de ‘historia’ en Occidente, habla en el prólogo de su famoso libro, de las razones que él tiene para exponer el resultado de sus ‘investigaciones’ (aquí utiliza su el término historía). Su objetivo fundamental está en ‘evitar que con el tiempo los hechos humanos queden en el olvido, y que las notables y singulares empresas realizadas por ellos . . . queden sin realce’. Hacer historia, entonces, supone aquí en primer lugar una actitud de espíritu, que busca efectivamente preservar la memoria de los ‘hechos humanos’, mediante una escritura que procede de una investigación.

En segundo lugar, esa actitud que lleva a preservar los hechos, busca asimismo realzarlos. Los mismos griegos aportarán posteriormente mayores precisiones a un concepto ya rico en significaciones desde su origen, es decir, la historía supone además una observación sistemática de los casos y sucesos que ella estudia.

En estas circunstancias, son los casos y acontecimientos que han tenido lugar como expresión de la vida y el pensamiento de hombres que llamamos filósofos, y cuyas vidas y reflexiones, después de un escrutinio personal, Humberto Giannini ha querido preservar del olvido entre nosotros y exponerlas en su verdadero valor. Ahora bien, la Breve Historia de la Filosofía de Humberto Giannini deja en evidencia que estos objetivos generales, a los que me he referido más arriba, continúan siendo vigentes para un pensador humanista como él. Humberto se ha formado con los grandes maestros de la cultura occidental, y su interés no está simplemente en contar la historia. Hay en su escrito un objetivo muy claro para todo lector que se acerca a leerlo, y es que más allá del relato hay un objeto, que consiste en salvar para la nueva generación un legado y un tesoro espiritual.

Para hacer eso hay que reflexionar largamente sobre ellos y meditar cómo entregarlo a otros. De ahí que este libro, aparte de ser un valioso aporte para el estudioso y el hombre culto, es ante todo una obra escrita para el joven estudiante. En este caso entonces, se trata de ‘preservar del olvido’ los hechos filosóficos de mayor relevancia en el devenir del tiempo, hechos que son testimonio de lo más delicado de la realidad humana; y para conseguir esos fines, se ha debido ‘observar en forma sistemática’ los contenidos esenciales de esos hechos. De aquí surge un tipo de ‘información’, un conocimiento especial obtenido de ese modo, que es también historía.

El profesor, el hombre de la enseñanza está también en este libro; quiero decir también, mi maestro, el entre otras cosas gran estudioso de la filosofía medieval. Al tratar la filosofía de san Buenaventura, el franciscano, el llamado Doctor Seráfico que vivió en el siglo XIII, lo retrata al interior de una gran contienda interior y espiritual, que es al mismo tiempo uno de los desafíos más importantes de su época. Dice:

“lo que estaba en cuestión era en el fondo, el sentido de la pobreza de espíritu; si, por ejemplo, el saber teorético que se impartía en la Universidad era útil o no para el tipo de vida que los franciscanos habían elegido. Era la primera crisis de crecimiento. La contradicción en que se debatía el grupo a poquísimos años de su fundación representa, así pensada a la distancia, un momento de riesgo trágicamente consubstancial, hoy como ayer, al anhelo y al impulso de convencer. Para alcanzar la vida ajena —si realmente queremos alcanzarla con nuestra pretendida verdad— es preciso de alguna manera, hacernos como el otro. La necesaria enajenación que esta exposición acarrea, conlleva, además, el riesgo de una radical deformación de nuestras intenciones”.

Y a continuación, Giannini concluye su análisis (breve y magistralmente expresado del sentido de un movimiento que marcó toda una época):

“Pues bien, los franciscanos habían querido correr este riesgo, vivir en el extrañamiento como pobreza, como humildad radicales; en cierto sentido querían borrar el centro interior de su ego. Ser para el no‑yo. Y es este el sentido altamente metafórico del apodo del juglar de Dios”.

Difícilmente podría expresarse mejor un dilema central en la filosofía cristiana del siglo XIII, que indudablemente surgía de una profunda inquietud espiritual de gran energía creadora.

Esta Breve Historia de la Filosofía es indudablemente información ordenada de esa cadena de actos filosóficos acaecidos en los dos mil quinientos años de filosofía occidental, pero es un reporte que revela profunda y finamente objetivos de mayor trascendencia. Así, cada autor, cada problema filosófico, cada texto elegido manifiesta aquí, con Humberto Giannini la unidad interna de una historia que no solo avanza, puesto que ella pervive además en estas páginas como un conjunto vivo y consistente de experiencias humanas.

Considero que es un privilegio como nación el que exista entre nosotros un libro con las características de excelencia que este posee. La tarea emprendida parecía titánica, y se consiguió ampliamente. Era también un riesgo que había que tomar. Convocar el conjunto de la filosofía a modo de una historia continua, en que fuera posible representar todo el drama de la vida, como hallazgo filosófico, en la perspectiva de sus principales actores. Que alguien nos haya proporcionado tan bello instrumento de lectura en ese vital campo del saber nos debe llenar de gratitud.

Cuando Platón, en la última página de la República, con el sentimiento de haber dado cima al difícil y espectacular recorrido de su obra, finalizando la historia de Er el Armenio, recuerda cómo fue que se salvó ese relato. μῦθος ἐσώθη. Se había salvado el relato, el relato del experimento humano en toda su grandeza y complejidad. Se había salvado el mito. Por eso añade el filósofo καὶ οὐκ ἀπώλετο: “y no se perdió”. Alguien tenía que contarlo, salvarlo del olvido para que también nosotros, si creíamos en él, pudiéramos también salvarnos.

Dr. Oscar Velásquez